miércoles, 13 de agosto de 2014

LAS NUEVAS PEDAGOGIAS

MÁS ALLÁ DEL CONSTRUCTIVISMO

Con la nuevas Pedagogías, el aula de clase puede ser reconocida como un lugar propicio donde los alumnos/as se expresen de acuerdo con sus propias competencias, habilidades y necesidades, para ello es fundamental el rol del docente  como un promotor y no como un ejecutor protagonista único, es decir permitir que los alumnos asuman su rol de manera activa, comprometidos y conscientes.

Cabe resaltar, que los contenidos curriculares deben formar parte de un todo integrado. Las propuestas de trabajo deben ser auténticas, genuinas y significativas y, para ello, han de ser presentadas de manera que el alumno pueda utilizar un pensamiento divergente.

Lo expuesto conduce necesariamente a una didáctica enmarcada en lo que se puede denominar  constructivista. Desde esta perspectiva, se tiene en cuenta que el sujeto que aprende, va construyendo con apoyo, andamiaje y con sustento del docente el propio proceso del aprendizaje. En efecto, la didáctica docente debe estar basada en los intereses y necesidades de los alumnos, y en consecuencia se requiere  de una dinámica de trabajo diferente. Ejemplo, en los centros de aprendizaje, trabajos cooperativos, proyectos de investigación entre otros que se pueden incluir según el caso.

Mas allá del constructivismo, se puede inferir cuales son los ejes principales que diferencian un curriculum basado únicamente en la enseñanza de las disciplinas, de otro que busca que el proceso de aprendizaje esté sustentado, además, por el poder hacer, pensar, comprender, reflexionar y crear. 

Sandra Schneider (2004), expresa que se le debe "permitir a los alumnos que hagan, que piensen, que comprendan, que reflexionen y sean creativos". Esto significa  pensar en un alumno activo que descubre, que se involucra, que se interesa, que coopera, y para ello es necesario propiciar un entorno y una motivación adecuada.


LA NOCIÒN DE INTELIGENCIA

La civilización occidental desde hace miles de años, han apreciado el conocimiento, difícil hoy en día de reestructurar, debido a que se conserva la posibilidad cognitiva del niño/a, aplicando test de reconocimiento de su coeficiente intelectual, considerando la idea de inteligencia como única o monolítica y convergente lo cual implica rotularlo para toda la escolaridad.

Este modo de inteligencia lleva, a menudo, a hablar de los alumnos inteligentes brillantes, despiertos, en relación a este último, en ocasiones se les atribuye efectos alteradores al ambiente y a la escuela y hasta quizás inamovible de las estructuras del pensamiento.

Las pedagogías tradicionales o conductistas, sostuvieron durante años que cada uno nace con un coeficiente intelectual determinado y que el mismo permitirá o no adquirir mayor o menor grado de conocimiento.

Por otro lado, John Locke, empirista inglés, en el siglo XVII, tenía el concepto de que el alumno era como una “tàbula rasa”, es decir como un sujeto que llega a la escuela carente de cualquier conocimiento válido para el aprendizaje escolar. Es decir el aprendiz debía  recibir y asimilar como por arte de magia todo el conocimiento impartido. Desde esta concepción, entonces, el docente cumple un rol fundamental: que es impartir el conocimiento mientras que el alumno ocupa un lugar poco activo y poco participativo.

Por tanto, vale la pena repensar que el papel de la escuela, cuando hablamos de potencialidad se está diciendo que en la escuela y en relación con pares y adultos, el niño puede desarrollar habilidades que aún no han salido a la luz.

De igual manera, otras investigaciones enfatizan que la inteligencia es modificable.  Por lo tanto, si la inteligencia o la posibilidad de poder aprender no son estáticas ni  responde a patrones únicamente genéticos, se está ante una nueva visión,  en un ámbito donde la mediación y la motivación del docente cumplen un rol fundamental.

Desde esta perspectiva y con respecto a la cognición humana, se comienza a pensar en una mente estructurada según varias competencias más o menos autónomas entre sí, lo que implica que las diferentes inteligencias humanas, o competencia intelectuales, coexisten, conviven y se combinan según múltiples factores: Culturales, sociales, biológicos, ambientales. Esta perspectiva propone conocer los perfiles intelectuales de los alumnos, para luego estimular las fortalezas y acompañar a los niños/as en el trabajo con sus habilidades.

La inteligencia según interpretaciones científicas actualizadas, es un producto social y cultural y, por lo tanto, debe ser considerada con cierta relatividad. Lo que es inteligente en una cultura, podría ser irrelevante en otra.

En consecuencia, se puede decir que una conducta inteligente es aquella que enfrenta y satisface con éxito los desafíos internos o externos que encuentra a su paso. Desde esta misma visión, un docente creativo posibilita, el “poder hacer” a sus alumnos puesto que abre camino hacia el propio estilo de aprendizaje. Por tanto es necesario, en primer lugar comprender el uso activo del conocimiento y por el otro, empezar a pensar de manera diferente en las prácticas educativas, que involucren a los estudiantes al debatir, reflexionar, el inferir, el explicar, el postular y argumentar.

Otros autores consideran que la inteligencia es un concepto que no tiene definición posible, ya que solo puede reconocerse a través de la realización de conductas típicamente “inteligentes” y en contraposición con otros sujetos y con otras acciones. De allí que, se ve la inteligencia, habilidades del pensamiento, desarrollo cognoscitivo y aprendizaje como engranajes de un mismo motor.

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